domingo, 25 de mayo de 2014

Trabajo del astrobiólogo

Los planetas capaces de “pivotar” y alterar su orientación en cortos periodos de tiempo, al menos a escala geológica, podrían ser buenos candidatos para sustentar la vida tal como la conocemos.

Según un modelo desarrollado por un equipo de investigadores del Instituto de Astrobiología de la NASA, los efectos climáticos derivados de este fenómeno favorecerían que en su superficie se mantuviera el agua en estado líquido y evitarían que se cubrieran de hielo, aunque se encontraran alejados de su estrella.

“Hasta ahora describiríamos estos objetos como mundos helados, y no serían prioritarios en los proyectos de exploración”, indica Shawn Domagal-Goldman, astrobiólogo de la agencia espacial estadounidense. “No obstante, esta nueva aproximación amplía nuestra idea de lo que es un planeta habitable y dónde pueden encontrarse”, añade.

En el ensayo, publicado en la revista Astrobiology, los científicos estudiaron el caso de un cuerpo hipotético con la misma masa que la Tierra, situado en un sistema con uno o dos gigantes de gas, como Júpiter o Saturno, y presidido por una estrella parecida al Sol.

Así, observaron que, en ocasiones, los tirones gravitacionales que ejercían los grandes mundos gaseosos podían cambiar la orientación del eje de rotación del objeto similar al nuestro incluso en pocas decenas de miles de años, un suspiro en términos geológicos. De hecho, en el sistema binario Upsilon Andromedae, a 44 años luz, parecen darse unas condiciones parecidas a las descritas en este modelo.

Los investigadores realizaron miles de simulaciones con 17 tipos de conjuntos planetarios y comprobaron que esa especie de bamboleo tenía un gran efecto sobre los glaciares en particular, pues la cantidad de luz que reciben afecta mucho al modo en que crecen y se derriten.

Como resultado, algunos mundos podrían mantener agua líquida en su superficie pese a encontrarse el doble de lejos de su estrella que la Tierra del Sol. “En esos casos, la denominada zona habitable podría extenderse mucho más allá de lo que podríamos esperar”, señala John Armstrong, de la Universidad Estatal de Weber, en Utah, que ha coordinado el estudio.

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